FISIOLOGÍA DEL OJO


 
     
 

El modelo de visión de Kepler interpretó de forma satisfactoria muchos aspectos del proceso físico de la visión. Sin embargo, también adolece de limitaciones y errores propiciados por el desconocimiento en su época de aspectos sobre la fisiología del ojo y del papel que juega el cerebro en la construcción de las imágenes.

 
     
 
 

El diagrama muestra un esquema del ojo humano que viene a ser un cuerpo esférico de unos 2’5cm de diámetro. El orificio por donde entra la luz se llama pupila y tiene un diámetro entre 2mm y 8mm que se regula según la intensidad de luz. La capa más externa del ojo se llama esclerótica y consta de una membrana blanca, llamada córnea, que en su zona anterior es abombada y transparente .

La primera matización que hemos de hacer al modelo de visión de Kepler es que es la córnea y no el cristalino quien produce casi toda la convergencia de los haces de luz incidentes.

 
     
 

La luz penetra en el ojo a través de la córnea, atraviesa la pupila y después el cristalino. Éste está constituido por una materia gelatinosa (de índice de refracción 1’4) y se puede considerar una lente biconvexa, que provoca una segunda convergencia. Esta segunda convergencia realiza una especie de “ajuste fino” del haz, de tal forma que, mediante un proceso instintivo, se modifica la curvatura del cristalino propiciando que la imagen se produzca en la retina (acomodación).

En la acomodación se contrae un músculo, llamado ciliar, haciendo que disminuya la tensión sobre los unos ligamentos suspensores que sostienen el cristalino. A medida que disminuye esta tensión, el cristalino se hace más esférico y así aumenta su poder de refracción. La capacidad de acomodación del ojo humano está limitada por las características físicas del cristalino y la capacidad de contracción del músculo ciliar. Un ojo medio (también llamado ojo emétrope) puede acomodar objetos situados entre "el infinito" (el músculo ciliar está relajado y el ojo presenta la mínima convergencia) y a 25cm del ojo (el músculo ciliar produce la máxima convergencia). Dichos puntos reciben el nombre de punto remoto y punto próximo respectivamente.

 
     
 

Para la recepción de la imagen hay en la retina unas células especializadas, llamadas conos y bastones, que son sensibles a los rayos luminosos. Los conos, en un número del orden de siete millones, son sensibles a detalles finos de contraste, color y forma. Se activan en buenas condiciones de iluminación o luz "diurna". La mayor parte de los conos se encuentran en una depresión cerca del polo posterior del globo ocular, conocida como fóvea. Por su parte, los bastones, en número del orden de 100 millones, se localizan en las partes más periféricas de la retina y se activan cuando reciben luz tenue o "nocturna". Los bastones no son capaces de distinguir el detalle fino o el color. Por eso, con baja iluminación es difícil distinguir los colores o ver límites precisos.

Los conos y los bastones generan impulsos eléctricos al recibir la luz, existiendo en la retina otros dos grupos de células que se encargan de transmitir esos impulsos nerviosos originados por los conos y bastones al cerebro. Los axones de uno de estos grupos forman las fibras del nervio óptico, que abandona la región posterior del globo ocular un poco hacia el lado nasal del centro del mismo. Así pues, los impulsos se propagan al cerebro a través del nervio óptico y es ahí, en el cerebro, donde se realiza la construcción de la imagen y se interpreta lo que vemos mediante un proceso bastante complejo. Como veremos más adelante, nada tiene que ver este proceso con la simple recepción de una supuesta imagen acabada.