EXPERIMENTO DE MICHELSON Y MORLEY


 

Con los avances producidos a finales del siglo XIX en el desarrollo de la teoría electromagnética de Maxwell, se concibió la idea de que sería posible determinar experimentalmente el "movimiento absoluto" que se suponía que debía tener la Tierra en el espacio. Puesto que la la luz es una onda electromagnética, su velocidad, c, depende únicamente de las propiedades del medio que la transmite (incluyendo la posibilidad de que se transmita en el vacío), pero no del movimiento que tenga la fuente emisora de dicha luz. Por este motivo, la velocidad "en el espacio" de cualquier objeto del Cosmos (como la Tierra) se debería poder obtener comparando la velocidad que tenga la luz con respecto a ese objeto con la velocidad teórica de la luz en el espacio.

 

La animación adjunta ilustra el tipo de experimento a que nos estamos refiriendo. Un pulso de luz se emite desde la pared de un laboratorio que suponemos que se mueve en el espacio con una cierta velocidad v. Como vemos, el pulso recorre el laboratorio hasta que llega a la pared opuesta y ahí incide en un espejo. La animación calcula el tiempo que tarda el pulso en realizar el viaje de ida,  el viaje de vuelta y el tiempo total de ida más vuelta. Puesto que, de acuerdo con la teoría electromagnética, la luz ha de viajar con una determinada velocidad en el espacio (la cual no depende del movimiento del laboratorio), los tiempos de ida y de vuelta del pulso luminoso deberían ser desiguales, y, conociéndolos, deberíamos poder obtener el valor de la velocidad del laboratorio en el espacio, v.

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Fue el propio Maxwell, quien primero sugirió esta idea y planteó concretamente la posibilidad de determinar la velocidad absoluta de nuestro sistema solar en el espacio mediante un experimento en el que se cronometraran eclipses de las lunas de Júpiter. Pero, este y otros intentos de determinar el movimiento absoluto de la Tierra en el espacio no dieron fruto debido a que el valor tan elevado que tiene la velocidad de la luz hace que las diferencias esperadas en el cálculo de los tiempos anteriores sean mucho menores que la precisión de los medios experimentales de los que se disponía. Hubo que esperar hasta finales del siglo XIX, cuando Michelson (1852-1931) inventó el interferómetro óptico y decidió utilizarlo para realizar una investigación similar, pero que se pudo apoyar en medidas ópticas mucho más sensibles. Michelson hizo el experimento en solitario por primera vez en 1881 y posteriormente, en 1887, en colaboración con Morley (1838-1923), realizaron una versión más precisa de la investigación.

 

 

El esquema de la figura adjunta muestra una versión simplificada del interferómetro. M1 y M2 son espejos normales. M es un espejo semitransparente (refleja y deja pasar el 50% de la luz) y O representa al observador (puede ser un telescopio). Un haz de luz H pasa por M y se divide en dos haces coherentes de luz H1 y H2. El haz 1 se refleja en el espejo M1 y regresa a M. El haz 2 hace lo propio en M2 y también regresa a M. Después de que el haz 1 pasa parcialmente por M y el haz 2 se refleja parcialmente en M, ambos haces, 1 y 2, se dirigen al telescopio O, donde interfieren.

Para entender cómo se concibió el experimento, se puede suponer al interferómetro fijo sobre la Tierra y pensar que en el momento de realizar el experimento, la Tierra se está desplazando a través del espacio en el sentido de izquierda a derecha, según se indica en la figura.

 

En estas condiciones el haz H1 y el haz H2 hacen dos recorridos de longitud diferente hasta llegar al observador O (indicados en la figura adjunta) y, por tanto, tardan también un tiempo diferente hasta que interfieren en el telescopio O. De acuerdo con la teoría ondulatoria, las franjas de interferencia producidas dependen de la diferencia de fase entre los dos haces, y, en este montaje, esa diferencia de fase depende a su vez de las longitudes de los brazos del interferómetro y de la velocidad del interferómetro en el espacio.

 

 

Por lo tanto, si se ajustan adecuadamente los espejos y los brazos del interferómetro, se deberían producir unas franjas de interferencia bien definidas en una determinada posición del interferómetro. Y, razonaban Michelson y Morley: "al girar el interferómetro, o al realizar el experimento en diferentes momentos, se producirá un desplazamiento de dichas franjas".

 
 

Michelson y Morley montaron el interferómetro en una gran loza de piedra para obtener mayor estabilidad e hicieron flotar el aparato en mercurio de modo que pudiera girar suavemente sobre su centro. Para que la trayectoria de la luz fuera lo más larga posible, colocaron espejos en la loza que reflejaron los haces de ida y vuelta en 8 viajes completos. Observaron franjas bajo una rotación continua de los aparatos. Repitieron el experimento de día y de noche, para tener en cuenta la rotación de la Tierra alrededor de su eje, e hicieron mediciones durante todas las estaciones del año.

 
Inesperadamente, nunca observaron el desplazamiento que habían predicho de las franjas de interferencia. Este resultado supuso tal conmoción que durante un periodo de unos 50 años fue repetido por muchos físicos y en condiciones diversas. Todas confirmaron el resultado original.
 
El resultado negativo del experimento de Michelson y Morley induciría a pensar que la Tierra no se mueve. Pro, como es evidente que Tierra si se mueve y sabemos que lo hace en un entorno vacío, a los ojos de hoy la única interpretación posible es plantear que la luz tenga en el vacío la misma velocidad con respecto a la Tierra (y, por extensión, con respecto a cualquier posible sistema de referencia), independientemente de cuál sea la velocidad de ésta.