PRECESIÓN DE LOS PERIHELIOS


 

Las teorías anteriores a la relatividad general no pueden hacer predicciones totalmente correctas sobre los procesos físicos porque no tienen en cuenta la influencia de la materia sobre el entramado espacio-tiempo en el que dichos procesos ocurren. Concretamente, las predicciones acerca del movimiento de cualquier objeto del Universo, sea utilizando la mecánica de Newton o sea utilizando la propia teoría de la relatividad especial, producen resultados que se desvían de los hechos empíricos.

 

 

El ejemplo más notable de esta desviación de los hechos empíricos sobre el movimiento de objetos celestes respecto de las predicciones de la mecánica de Newton, que resolvió la relatividad general, se refiere a los movimientos de los planetas en sus órbitas elípticas alrededor del Sol. La teoría newtoniana predice un movimiento adicional para el planeta, si añadimos a la interacción del Sol sobre el planeta la atracción gravitatoria de otros objetos (por ejemplo, otros planetas del Sistema Solar) y tenemos en cuenta además que la inclinación de la eclíptica influye en la percepción de la trayectoria descrita por el planeta desde la Tierra. Este movimiento adicional se puede describir diciendo que los perihelios de dichas elipses han de realizar una trayectoria de precesión (figura adjunta).

Ahora bien, resulta que la precesión observada de los perihelios de los planetas no se corresponde estrictamente con la predicha al aplicar la mecánica de Newton. Sobre todo, en algunos casos. El más evidente es el del planeta Mercurio para el que se detecta experimentalmente una precesión residual que no se puede explicar aplicando la mecánica de Newton. En cambio, una aplicación rigurosa de la teoría de la relatividad general sí explica satisfactoriamente esta precisión residual.

 

En efecto, de acuerdo con la relatividad general, la precesión en radianes por revolución que se añadiría al movimiento de precesión de los perihelios planetarios, se calcula utilizando la expresión siguiente:

 
 

En esta expresión Msol es la masa del Sol, r es el semieje mayor de la órbita del planeta, e es la excentricidad de la órbita y G·Msol/c2 es una cantidad, que es igual para todos los planetas y recibe el nombre de radio gravitacional del Sol. De acuerdo con esta expresión, la precesión es tanto mayor cuanto más cerca del Sol está el planeta (r menor) y cuanto mayor es su excentricidad (e mayor). En el caso de Mercurio, que hace una revolución cada 88 días, al sustituir los valores (G=6,67·10-11 N·m2/kg2, MSol=1,989·1030 kg, c=3·108 m/s, e=0,2056, r=5,834·1010 m) se obtiene una precesión residual de 42,9" cada siglo.

 

Como este valor de la precesión residual es muy pequeño, para poder analizar la concordancia de los datos experimentales con esta predicción de la relatividad general, fue necesario recoger medidas ópticas durante bastantes años, con objeto de que el efecto acumulado fuera observable. Sin embargo, esta situación cambió con el descubrimiento en el año 1975 por parte de Hulse y Taylor de un púlsar en un sistema binario. Como se comenta en este apartado del tema dedicado al campo gravitatorio, este sistema está constituido por dos estrellas muy compactas y densas que orbitan una alrededor de la otra a una velocidad elevada (del orden de 10-3c), describen una trayectoria de excentricidad también elevada (e es 0,617) y producen un campo gravitatorio muy intenso (G·M/c2 del orden de 10-6). En consecuencia, el periastro debería tener una velocidad de precesión del orden de 4,2º al año. Este valor es suficiente para que sea relativamente accesible su observación precisa y, de hecho, todos los datos que se han obtenido de la observación de este sistema binario se han mostrado consistentes con la relatividad general.