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IRIDISCENCIA (COLORES OBTENIDOS POR
INTERFERENCIAS) |
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Esta página
desarrolla contenidos del artículo "Iridiscencia y
cristales fotónicos en Bachillerato", publicado en 2022 en la Revista Española de
Física (Autores: Manuel Alonso Orts y Manuel Alonso
Sánchez), el cual ha obtenido el Premio de Física 2023
de la Real Sociedad Española de Física y BBVA a la Mejor
Contribución a las Publicaciones de la RSEF en la modalidad
de Enseñanza. |
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Cuando
se derrama aceite usado de motor sobre asfalto húmedo, e, igualmente, cuando se derrama gasolina o cuando se
deja una sartén "mal fregada" y queda en ella aceite
utilizado previamente, etc., se observan, al mirar
oblicuamente a ese suelo asfaltado o a esa sartén "mal
fregada", mosaicos de colores, como los que se ven en la
fotografía adjunta.
A diferencia
de los colores que hemos estado analizando hasta aquí, estos
colores no tienen un origen químico (es decir, no se deben a
la composición química de la sustancia que los exhibe), ya
que el aceite usado no los muestra originalmente, después de
derramarse encima del asfalto húmedo está sometido a la
misma iluminación que antes (luz blanca), y, por el simple
hecho de haberse derramado, no experimenta ningún cambio en
su estructura química (téngase en cuenta que el aceite y el
agua son inmiscibles). |
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¿Cómo
se obtienen entonces estos colores?. La respuesta es que se
producen mediante un proceso llamado iridiscencia. Para
entender cómo se produce este proceso, empezamos analizando la situación que
muestra la figura animada adjunta, en la que partimos de
suponer que un rayo de luz blanca incide
oblicuamente sobre la superficie exterior de una lámina
semitransparente (como la del aceite usado en el ejemplo
anterior). Ahí se refleja
y se refracta, de tal forma que el rayo de luz refractado
viaja dentro de la lámina hacia su
superficie interior, donde se vuelve a reflejar y
refractar. El rayo reflejado regresa hacia
la superficie exterior, donde se produce de nuevo una
reflexión y otra refracción, que le lleva de vuelta al medio inicial.
Por tanto, al final del proceso, tenemos a dos rayos que regresan
por el medio inicial y, que, estando desfasados entre sí,
producen interferencias. |
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Dichas interferencias pueden ser constructivas o destructivas, y,
en este proceso, que sean de uno u otro tipo
depende concretamente de los índices de refracción de los medios involucrados,
del ángulo de incidencia, del espesor de la lámina y de la
frecuencia de la luz. Para un determinado valor del resto de
variables, se puede producir interferencia constructiva en torno a
una cierta frecuencia de la luz, reforzando el color
correspondiente respecto al resto.
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Para
comprobarlo expresamos la diferencia de caminos ópticos entre los dos
rayos 1 y 2 de la figura adjunta, que resulta (deducción en
el
documento adjunto):
(en la
expresión anterior n es el índice de refracción de la
lámina iridiscente, en este caso, aceite)
La
condición de interferencia constructiva (I.C.) se cumple
cuando esta diferencia de camino óptico es un múltiplo
par de la longitud de onda, mientras que la condición de
interferencia destructiva (I.D) se tiene cuando esa diferencia
de camino óptico es un múltiplo impar de ella.
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Por tanto, en este caso, se tienen las siguientes
expresiones:
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El análisis de
estas expresiones pone en evidencia, en primer lugar, el hecho de que para que se
observe la iridiscencia, el espesor de la lámina delgada ha de
ser del mismo orden de magnitud del rango de valores de la
longitud de onda de la luz que puede interferir
(de hecho, en este ejemplo de la lámina de aceite sucio
derramado, el papel que juega el agua es el de "estirar" a dicho
aceite obligándole a formar una lámina fina de un espesor igual o menor
que las longitudes de onda de la luz visible). Así, por
ejemplo, supuesta una lámina de aceite de índice de refracción, n=1.45,
y con un espesor algo menor que las longitudes de onda de la luz
visible (300nm), se obtiene, para una incidencia de la luz casi
vertical (cosβ≈1), un único máximo dentro del espectro visible,
el cual corresponde a una longitud de onda de 580nm, que
visualmente implica un color
verde-amarillento. En cambio, en otra lámina del
mismo aceite, a la que podamos considerar gruesa en comparación
con el rango de longitudes de onda del espectro visible
(1200nm), se obtienen 4 máximos entre el naranja y el violeta,
cuya superposición da lugar a una luz blanca-grisácea.
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En segundo
lugar, estas expresiones constatan que los colores que podemos ver reforzados
o colores iridiscentes cambian si lo hace el punto de observación (la condición de
interferencia constructiva o destructiva depende del ángulo de
incidencia, y el observador ve en cada posición de observación el
resultado del proceso que es consecuencia de un ángulo de
incidencia determinado). Podemos estudiar la observación desde,
por ejemplo, α=45°. Utilizando la ley de Snell se obtiene β=29°,
y aplicando las expresiones anteriores se obtiene λI.C.
= 506nm, correspondiente a un color
verde-azulado, que contrasta con el color
verde-amarillento obtenido en
incidencia normal. |
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En tercer lugar, también
es importante analizar
la influencia de los índices de refracción. Si, por
ejemplo, se sustituyera el agua del asfalto húmedo por otro
medio de índice de refracción que en lugar de ser menor fuera
mayor que el del aceite usado, habría un intercambio de papeles
de las condiciones de interferencia constructiva e interferencia
destructiva y se verían reforzados colores complementarios a los
que se producen en la situación planteada. |
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Lógicamente, el
fenómeno real de la iridiscencia es más complejo que la
situación simplificada que acabamos de analizar en estos
desarrollos, adecuados al nivel de Bachillerato. Algunos
posibles factores no tenidos en cuenta en el modelo son que las
capas de aceite no son estrictamente plano-paralelas, sino que
suelen tener un espesor variable, o que, aunque el aceite es
inmiscible en el agua, se pueden formar pequeñas burbujas de
ésta en su interior, etc. Estos factores influyen en el mosaico
de colores, pero no afectan esencialmente al proceso estudiado.
Otra simplificación que se ha hecho ha sido considerar constante
para toda luz visible al índice de refracción de la lámina
iridiscente. Como se evidencia en la dispersión, dicho índice realmente varía (eso sí muy
levemente) dependiendo de la longitud de onda. |
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Finalmente, diremos que la posibilidad de elegir la sustancia o el
material que conforma la lámina iridiscente, resulta
útil para conseguir aplicaciones tecnológicas basadas en
que una lámina de determinado material refleje un
determinado color. Como muestra la tabla adjunta, al
aplicar las expresiones anteriores a dos láminas del mismo espesor
(107nm), una de óxido de aluminio (Al2O3) y la otra de
óxido de titanio (TiO2) (ambas depositadas en una superficie de
silicio, Si), se obtiene que
sus picos de máxima reflectividad (IC) tengan lugar
respectivamente en un color
violeta (λI.C = 360nm) y en un
color verde (λI.C
= 535nm) |
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En la fotografía
adjunta (debajo) pueden verse dos láminas que fueron obtenidas
exactamente así en el Instituto de física del estado sólido de
la Universidad de Bremen. |
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Los
espectros de reflectividad de dichas láminas (debajo)
constatan que cada una de ellas tiene su pico
interferencia constructiva en las longitud de onda
indicada por la tabla anterior, pero, sin embargo, para
nuestros ojos la lámina
violeta (óxido de aluminio) se ve de color
azul oscuro. Ello se
debe a que
nuestros receptores (conos y bastones) tienen mayor
sensibilidad para unas longitudes de onda que para otras
y esto provoca que, en este caso se
distorsione la percepción que tenemos de este color.
Como vemos claramente en su espectro de reflectividad
(debajo, más a la izquierda), la lámina de óxido de
aluminio, depositada sobre silicio tiene la máxima intensidad de luz reflejada (40-50%)
para longitudes de onda inferiores iguales o inferiores
a 400nm (violetas), pero también refleja con menor intensidad
luz de longitud de onda mayor. El ojo
humano tiene la máxima sensibilidad en el color azul
(cercano al violeta y aún con un valor alto de reflectividad en esta lámina) y, por eso, vemos
esa
lámina violeta de un color
azul oscuro.
Por
un motivo análogo vemos el cielo de color azul
claro en lugar de
azul oscuro.
La luz solar tiene un mayor contenido
azul que
violeta, lo que compensa en parte la
mayor dispersión de luz
violeta por la
atmósfera (dispersión de Rayleigh). Como se explica con
más detalle
más adelante, nuestra percepción
del color del cielo es de un azul más
claro del esperado también debido a la mayor
sensibilidad de nuestros fotorreceptores a ese rango de
longitudes de onda. |
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