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VELOCIDAD DE ESCAPE
Y ATMÓSFERAS PLANETARIAS |
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Hemos definido la velocidad de escape,
como la velocidad mínima que debe tener un cuerpo para
que escape de la atracción gravitatoria de la Tierra, o
de cualquier cuerpo celeste.
En la superficie de un
cuerpo celeste de masa M y radio R, dicha velocidad vale
(deducción en
este documento): |
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Lógicamente, la velocidad de escape en la
superficie de un cuerpo celeste es mayor cuanto
mayor sea la masa, M, del mismo y menor cuanto
mayor sea su radio R. |
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En la superficie de
la Tierra, se obtiene una velocidad de
escape del orden de 11.2 km/s, tal como
se muestra a la derecha de este texto. |
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Interesa relacionar este dato con la
temperatura en la superficie de nuestro planeta, ya
que ambos parámetros son determinantes para justificar la
formación y el mantenimiento de la atmósfera terrestre, así
como el tipo de atmósfera existente. |
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Para hacerlo, usamos la teoría cinética de los
gases, según la cual la energía cinética, Ec, de
una molécula de masa m de un gas se relaciona con su velocidad, v, y
con la temperatura absoluta, T, del mismo, mediante la expresión
adjunta (donde K es la constante de Boltzman). |
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Partiendo de esta relación se deduce una velocidad típica de una molécula de gas a una determinada temperatura,
dada por la expresión: |
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Matemáticamente
la velocidad típica es una velocidad
cuadrática media o, lo que es igual, es la raíz
cuadrada del cuadrado de la velocidad media. |
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La velocidad típica
asignable a las moléculas de un gas representa
a un valor de un amplio rango de velocidades
que pueden tener las diferentes moléculas. Si se
considera al gas como gas perfecto, las
velocidades de todas las moléculas muestran un
tipo de distribución estadística "maxwelliana",
como la indicada en la gráfica adjunta. Por
tanto, aunque la velocidad de escape sea mayor
que la velocidad típica, normalmente siempre
siempre va a haber un porcentaje de moléculas
con velocidades mayores y que, en consecuencia,
escapan (zona sombreada de la gráfica).
En estas condiciones, las leyes de la
estadística establecen como un criterio adecuado
para que un planeta retenga su atmósfera durante
mucho tiempo el requisito de que la velocidad de
escape no supere en más de 6 veces a la
velocidad típica (vescape > 6·vtípica) |
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Teniendo en
cuenta las expresiones que calculan
respectivamente la velocidad de
escape y la velocidad cuadrática media,
se deduce la expresión adjunta que
indica el valor límite que ha de tener la
temperatura superficial de un planeta, T, para
retener durante mucho tiempo a las moléculas de
una determinada masa, m que forman su atmósfera.
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Por tanto,
la temperatura superficial de un planeta
o de un satélite resulta crucial, tanto
para determinar la formación y la evolución
de su posible atmósfera, como para
explicar la composición química de dicha
atmósfera. |
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Considerando estos desarrollos, es interesante construir
el gráfico adjunto donde se representa velocidad frente a temperatura y empezar
ubicando en él diversos astros del sistema solar, según
sus valores de sus temperaturas superficiales T y 1/6 de
sus velocidades de escape. |
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A
continuación, se pueden trazar en ese
mismo gráfico unas líneas (punteadas)
que marquen los valores de la velocidad
típica vt de las moléculas en función de
la temperatura, T, para algunos de los
principales candidatos a ser componentes
de una atmósfera (como puede observarse,
no hemos incluido a Júpiter ni a
Saturno, que exigirían un rango mucho
mayor en ordenadas; tampoco hemos
considerado al oxígeno, cuyos valores
son muy similares al nitrógeno). Si un
astro, caracterizado por una temperatura
superficial dada, se ubica por encima la
línea correspondiente a un determinado
gas, se cumplirá que ve/6 es mayor que vt (a dicha temperatura) y, por tanto,
podrá retenerlo. |
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Problema como
investigación y animaciones interactivas
sobre la velocidad de escape |
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Estudio de la
velocidad de escape. Un problema como investigación.
Artículo publicado en la revista
Alambique. Didáctica de las Ciencias
Experimentales (Manuel Alonso, Jaime
Carrascosa y Salvador Martínez)
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Así vemos que las atmósferas de los planetas jovianos
(Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) están
dominadas por elementos ligeros, principalmente
H2 y He, que son los gases más
abundantes en el Sistema Solar. Son, por tanto, atmósferas
primarias, que se crearon cuando se formó
del Sistema Solar.
En cambio, las atmósferas de los planetas
terrestres, que las tienen (Venus, Tierra y Marte),
son atmósferas secundarias, dominadas por moléculas como CO2,
N2 y O2 (en
la atmósfera de la Tierra predominan el nitrógeno, N2,
con una abundancia del 78.08%, y el
oxígeno, O2, con una abundancia del
20.95%). Estos planetas, tras su formación,
también tenían una atmósfera primaria compuesta
principalmente de H2
y He. Pero, como enseña el gráfico anterior,
ambos gases son muy livianos y poco a poco se
perdieron hacia el espacio. En la Tierra las erupciones volcánicas inyectaron a
aquella
atmósfera primitiva sustancias como H20, CO2,
SO2, N2, S2 y
SOx. Posteriormente, al enfriarse los
gases volcánicos sólo una mínima fracción del
agua pudo permanecer en estado de vapor en el
aire. El resto formó nubes y precipitaciones muy
abundantes que propiciaron la formación de los
océanos. |
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Las
lluvias, muy abundantes, eliminaron la mayor parte del
CO2 de la atmósfera al disolverse en el agua
para formar ácido carbónico que reaccionó con las rocas
originando carbonatos. El nitrógeno, N2, pasó
a ser mayoritario (aproximadamente, el 20 % del N2
volcánico se fijó al suelo por microorganismos,
mientras el resto se acumuló en el aire por su débil
reactividad química y baja solubilidad en agua) y el
oxígeno, O2, comenzó a formarse a partir del
agua líquida, mediante procesos de foto-disociación [2H2O
+ UV = 2H2 + O2] y de foto-síntesis
[H2O + CO2 + VIS = {CH2O}
+ O2], que se originó en organismos
unicelulares a una profundidad marina donde llegaba la
radiación visible (VIS), pero no la radiación ultravioleta
(UV). |
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