EL CONCEPTO DE INERCIA PLANTEADO POR GALILEO


 
     
 

En el periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII se acumuló un conjunto de contribuciones científicas que abrieron el paso a una nueva visión del mundo y de las leyes físicas que rigen los movimientos. En ese periodo, en que se estaba generando la primera revolución científica, destacamos la propuesta de Copérnico (1473-1543) de sustituir el modelo geocéntrico del mundo por un modelo heliocéntrico, las leyes de Kepler (1571-1630) sobre el movimiento de los planetas y, finalmente, las grandes aportaciones de Galileo (1564-1642) en varios campos (astronomía, mecánica, óptica,..)

 

 
     
 

 

Debemos a Galileo el concepto de inercia y, ligado a él, una nueva relación entre la fuerza y el movimiento. En su obra "Diálogos sobre los dos grandes sistemas del mundo, ptolemaico y copernicano" (1632) utiliza el recurso de plantear unos diálogos entre tres personajes: Simplicio (que representa el punto de vista aristotélico), Salviati (que representa los nuevos puntos de vista de Galileo) y Sagredo (que representa al hombre de buena voluntad, no comprometido y de mentalidad abierta, ávido de aprender). A través de un fragmento de estos diálogos, Galileo nos conduce hacia un nuevo concepto de fuerza entendida como causa de la modificación del movimiento: para que un cuerpo permanezca en movimiento simplemente hay que dejarlo: un cuerpo que deslizara por un plano liso y perfectamente pulido, mantendría su movimiento "ad infinitum"; si este cuerpo deslizara sobre una superficie inclinada sufriría la acción de una fuerza que le produce aceleración, bien a favor (con inclinación favorable) o en contra (con inclinación desfavorable).

De acuerdo con este concepto de fuerza de Galileo, el estado natural de los objetos no será ya exclusivamente el reposo (un reposo absoluto), sino también cualquier movimiento rectilíneo y uniforme, que, en ausencia de fuerzas, permanece inalterable.

 
 

 

 
 

La inercia no es, pues, una tendencia de los objetos al reposo, sino una tendencia a mantener su estado de movimiento o de reposo. Es cierto que, por ejemplo, un objeto que desliza sobre una superficie horizontal va perdiendo velocidad y acaba parándose. Pero ello es debido a que sobre el objeto se ejerce, mientras desliza, una fuerza contraria a la velocidad, en este caso, la fuerza de rozamiento.

 
     
 

La animación adjunta (debajo) permite al usuario aplicar fuerzas  a un objeto que puede deslizar sobre una superficie lisa y que se supone perfectamente pulida, es decir, sin intervención del rozamiento. De acuerdo con los conceptos que propuso Galileo, se necesita ejercer una fuerza al cuerpo para dotarle de aceleración y ponerlo en movimiento. Una vez que está deslizando, podemos, por ejemplo, dejar de ejercer fuerza sobre él, con lo que mantiene un movimiento rectilíneo y uniforme.

 
     
 

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