REFLECTORES DE BRAGG (O CRISTALES FOTÓNICOS 1D)


 

Esta página desarrolla contenidos del artículo "Iridiscencia y cristales fotónicos en Bachillerato", publicado en 2022 en la Revista Española de Física (Autores: Manuel Alonso Orts y Manuel Alonso Sánchez), el cual ha obtenido el Premio de Física 2023 de la Real Sociedad Española de Física y BBVA a la Mejor Contribución a las Publicaciones de la RSEF en la modalidad de Enseñanza.

 


 

Entre las innumerables aplicaciones de la física de materiales, una es la producción de láminas de espesor nanométrico con alta reflectividad lumínica para una determinada longitud de onda. Para prepararlas se tiene en cuenta que la condición de interferencia constructiva de la iridiscencia tiene lugar cuando el espesor de la lámina, d, es igual al cociente entre la longitud de onda que se quiere reflejar y cuatro veces el índice de refracción del material que forma la lámina (d=λ/4n). Sabiendo esto, se pueden preparar láminas reflectantes para una longitud de onda deseada (un color que se quiere reflejar) usando materiales diversos.

 

A modo de ejemplo, vemos en la tabla adjunta, que una lámina de óxido de aluminio (Al2O3) ha de tener un espesor de 110nm para que el pico de interferencia constructiva (reflectividad máxima) tenga lugar para luz roja de 750nm. En la misma tabla vemos que se puede obtener un resultado similar usando otro material, como óxido de titanio (TiO2), y entonces ha de ser una lámina de 75nm de espesor (véase que en ambos casos se cumple la condición d=λ/4n)

 

 

Aunque estas láminas nanométricas tienen la máxima reflectividad para un determinado valor de la longitud de onda, lógicamente no reflejan únicamente la luz de ese color cuando son iluminadas, por ejemplo, con luz blanca. Su espectro de reflectividad tiene el máximo en esa longitud de onda, pero el porcentaje de luz reflejada de ese color buscado puede ser mucho menor del que se desea conseguir. 

 

 

Para hacer que ese porcentaje aumente se utiliza la técnica de apilar varias láminas delgadas, alternando dos materiales de índices de refracción alto (nA) y bajo (nB). De este modo, las reflexiones "interlámina" están en fase entre sí y, al interferir todas ellas constructivamente, se puede alcanzar, con un número suficiente de repeticiones, una reflectividad global de toda la estructura muy próxima al 100% para la longitud de onda (el color) que se quiere reflejar.

Este es el fundamento de los denominados reflectores de Bragg, que son unas estructuras fotónicas, basadas en una repetición periódica de láminas delgadas adecuada para potenciar al máximo la reflectividad de la superficie en torno a una determinada longitud de onda. Dicha longitud de onda se conoce como la longitud de onda de Bragg, por su analogía con la ley de Bragg en difracción de rayos X.

 

En la fotografía adjunta, situada a la derecha de este texto, se pueden ver dos reflectores de Bragg obtenidos por Manuel Alonso Orts en el  Instituto de Física del estado sólido de la Universidad de Bremen, depositadas sobre una superficie de silicio. Ambas apilan alternándolas láminas de óxido de aluminio (Al2O3) y de óxido de titanio (TiO2), cuyos espesores son los indicados en la tabla mostrada más arriba. Como vemos, aunque estas láminas tienen su máxima reflectividad para luz roja de 750nm, la primera de ellas (más a la izquierda) se ve de un color ocre y la segunda se ve de un color rosado rojizo (más cercano al rojo). Esto es así, porque en la muestra color ocre únicamente se apiló una lámina de cada uno de los dos materiales. La simulación (debajo, a la izquierda) indica que en esta situación la reflectividad de la bicapa en torno la longitud de onda de 750nm ha de ser del orden de 0.6 (60%).

 

 

Para obtener la muestra de color rosado rojizo se duplicó el número de capas (lo que implica multiplicar por dos las reflexiones parciales de luz que interfieren en el color deseado), y, como indica la simulación (debajo a la derecha), ello elevó la reflectividad (en la longitud de onda de 750nm) hasta un 80%.

 

 
 

En el desarrollo científico-tecnológico, los reflectores de Bragg se usan desde hace ya mucho tiempo para producir espejos de colores y para recubrir la superficie externa de diversos dispositivos, consiguiendo que esas superficies reflejen de forma muy eficiente la longitud de onda (o el rango de longitudes de onda) requerida por ellos.

Así, por ejemplo, muchos diodos láser utilizan estos recubrimientos desde los años 70 (para confinar luz de determinada longitud de onda) y también se han incorporado a gafas de cristal antirreflejante y a células solares.

 

 

Recientemente han sido empleados en los espejos del interferómetro de detección de ondas gravitacionales Advanced LIGO, contribuyendo eficazmente a que se reduzcan las pérdidas ópticas respecto a diseños anteriores.


 

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