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				 LA 
				FUNCIÓN DEL CEREBRO. DE-CONSTRUCCIÓN DEL MODELO DE VISIÓN DE 
				KEPLER  | 
						
						 
						
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						El modelo de Kepler es puramente físico y plantea un 
				concepto del proceso de la visión según el cual en la retina 
				se formaría una imagen ya acabada (como la de una fotografía 
				impresa). Posteriormente, el cerebro se ocuparía de registrarla 
				e interpretarla. El siguiente cálculo justifica que este 
						concepto del proceso de la visión es erróneo y debe ser 
						de-construido: 
						Un
						
						
						potencial de acción 
						(PA) representa la diferencia de potencial que se ha de 
						superar para transmitir una señal llevando información 
						entre unos tejidos y otros. Ahora bien, un PA de 
						información visual requiere un gasto aproximado de 
						2,4·109 moléculas de
						
						ATP y este gasto equivale a 0,024 g de glucosa. El 
						sistema visual funciona con extraordinaria precisión, 
						pero es muy lento y costoso energéticamente, de tal 
						forma que, para ver algo en 1 s  se necesitan del 
						orden de 100 PA. Por tanto, si la retina tuviera que 
						enviar imágenes acabadas (para luego ser interpretadas 
						por el cerebro) necesitaríamos un aporte energético 
						mínimo equivalente 2,5 g/s de azucar o, lo que es 
						igual, de ¡130 Kg de azúcar al día!. Es un hecho 
						cierto que el sistema visual consume la mayor parte de 
						la energía que requiere el cerebro (aproximadamente un 
						20 %), pero, desde luego, no hasta este punto. Así 
						pues, la retina no es un órgano receptor de imágenes 
						acabadas, ni 
						tampoco éstas se trasportan al cerebro. Es más 
						correcto considerar a la retina como una porción del 
						cerebro mismo, entendiendo que el 
						cerebro se proyecta hacia las estructuras superficiales 
						del organismo.  | 
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						 Lo que recibe la 
						retina recibe son concentraciones de 
						luz procedentes del mundo exterior y seguidamente transmite a los 
						llamados "bancos de memoria" patrones de forma, de 
						color, de movimiento y de
						
						
						luminancia (densidad superficial de intensidad 
						luminosa). Ahora bien, el cerebro (y, como parte de él, la retina) no está 
						formado cuando nace la persona, sino que evoluciona y se 
						desarrolla principalmente durante los primeros años de 
						vida postnatal. Por ejemplo, las 
				uniones célula-célula y los conos van adaptando su 
				morfología para permitir el movimiento de las células 
				ganglionares (células de la retina especializadas en la 
						detección de contrastes y cambios rápidos de la imagen 
						visual) en un proceso que continúa hasta 
				aproximadamente los 4 años. 
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				 Esto implica que los seres humanos aprendemos poco a 
				poco a ver, a medida que el cerebro se va conformando. Como se 
				sabe, los bebes apenas distinguen sombras y aprenden poco a poco a ver, 
				como aprenden a escuchar, hablar, etc.  | 
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						Una vez que el cerebro está 
						formado, cuando puede establecer suficientes 
						asociaciones entre los estímulos que recibe y los 
						patrones (de forma, de color, de movimiento y de 
						luminancia) que se han ido almacenando en los bancos de 
						memoria, es cuando tenemos la sensación de ver. En ese 
						estadio adulto del cerebro, la maquinaria visual es 
						extremadamente precisa, pero sigue siendo muy lenta, ya 
						que, como veremos más adelante, necesita del orden de 
						200 ms para procesar 
						la visión. Esto significa que en la visión realizada por 
						una persona adulta, el estímulo recibido hace que el 
						cerebro, de alguna manera, emita una hipótesis sobre lo que se está viendo. 
						Si esas expectativas coinciden con los estímulos 
						recibidos se tiene la sensación de ver con normalidad, 
						pero si no es así, se generan situaciones de dificultad 
						visual.  | 
					 
				 
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				Teniendo en cuenta que, además, el cerebro 
				toma únicamente imágenes de alta calidad de una pequeña parte 
				del campo visual, y son unos pequeños y rápidos movimientos 
				inconscientes de los ojos los que dan la sensación de nitidez en 
				el día a día, en general se tienen grandes dificultades cuando 
				se producen cambios rápidos o inesperados en el entorno. Así ocurre, por ejemplo, cuando una persona se acuesta a dormir en un determinado lugar y 
				es transportada sin su conocimiento a otro diferente. Al 
				despertar no puede ver nada durante un tiempo (no reconoce "lo 
				que ve") y se genera una situación de desconcierto, hasta 
				que un poco después ya consigue ver lo que le rodea.   | 
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				 Las hipótesis que se 
				formulan acerca de lo que se puede ver incluyen también 
				expectativas sobre la evolución o posible movimiento que pueden tener los 
				objetos. Esto, como ahora veremos resulta vital para poder reaccionar adecuadamente a los 
				estímulos visuales en muchas situaciones. Hay que tener en 
				cuenta que, aunque cuando se observa un 
				objeto cercano, la luz que se refleja en él apenas tarda de 1 a 
				2 nanosegundos en llegar al ojo, desde el momento en que recibe 
				esa luz el sistema visual comienza un proceso que dura bastante 
				tiempo. Primero convierte esa luz en impulsos eléctricos y estos tardan, 
				como mínimo, una décima 
				de segundo (100 ms) en llegar al cerebro para su procesamiento. 
				Después tarda un tiempo adicional en dar la orden a los músculos 
				del cuerpo para que éstos reaccionen adecuadamente. En el 
				estadio adulto del cerebro, todo ello implica que ordinariamente 
				se necesiten unos 200 - 300 ms para procesar 
				una imagen visual y reaccionar 
				a ella.  | 
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						 Con un buen 
						entrenamiento, este tiempo puede reducirse bastante y 
						así, por ejemplo, en el caso de los atletas de élite, puede 
						ser de unos 100-200 ms. Pero, incluso ese tiempo 
						reducido, sigue siendo superior al que se tarda en 
						recibir una pelota de tenis golpeada por un rival hábil, 
						un remate a gran velocidad de un jugador de fútbol, una 
						pelota de béisbol que lanza el "pitcher" al bateador, etc. Entonces, ¿cómo consiguen estos 
						deportistas (en general, todas las personas) 
				reaccionar a tiempo en este tipo de situaciones? La respuesta es 
						que las expectativas a las que nos hemos referido en el 
						párrafo anterior gobiernan esa reacción. El 
						cerebro adulto está entrenado para predecir trayectorias de los cuerpos que 
						"ve" y, no lo hace sólo a partir de su posición y velocidad iniciales, sino, por ejemplo, en el caso del 
						deporte profesional, teniendo en cuenta también otros 
						parámetros menos obvios, como, por ejemplo, la postura del jugador rival 
						(todo ello a 
						partir de la experiencia previa). Así, por ejemplo, el 
						cerebro de un bateador concibe (considerando todos 
						esos parámetros) una versión ficticia de la trayectoria 
						de la pelota e induce al 
						cuerpo a adoptar una colocación óptima para recibirla. 
								
								
								
								
								Early Trajectory 
								Prediction in Elite Athletes. 
								Artículo disponible en 
								
								Springer [Owens, C.B., de Boer, C., 
								Gennari, G. et al. Cerebellum 17, 766–776 
								(2018)]  | 
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				 A pesar de todo ello, en 
				todas estas situaciones sigue habiendo bastante incertidumbre y, 
				por ejemplo, en el caso del movimiento de una pelota, su 
				trayectoria real muchas veces no coincide con la que puede 
				predecir el cerebro, considerando únicamente los 
				parámetros iniciales. ¿Cómo se adaptan las personas para superar 
				este inconveniente? Una vez más, la solución la aporta la 
				maravillosa flexibilidad del cerebro. En el ejemplo que estamos 
				comentando, en realidad el cerebro, no se limita a predecir una 
				trayectoria, sino un cierto número ellas y envía varios “planes-B” pre-programados 
				al cuerpo para que éste se pueda adaptar. Y termina decidiéndose 
				por la trayectoria más probable, antes de que no haya tiempo de 
				reaccionar. Un buen ejemplo de ello puede ser lo que ocurre 
				cuando en el movimiento ya iniciado se produce alguna 
				circunstancia que lo modifica. Por ejemplo: todo aficionado del 
				fútbol sabe que un disparo lejano del delantero que se ve 
				desviado por un defensa es especialmente peligroso para el 
				portero; de hecho, lo es aún más que un disparo limpio que 
				partiera desde esa misma posición inicial, aunque éste fuera a 
				mayor velocidad.   | 
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				 A modo de resumen, 
				podemos decir que, en la visión realizada por una persona adulta, 
				el estímulo recibido hace que el cerebro emita una hipótesis 
				sobre lo que se está viendo. Este tipo de razonamiento predictivo también se 
				aplica en nuestro día a día, por ejemplo, cuando caminamos, 
				corremos o montamos en bicicleta. El cerebro, a partir de los estímulos que recibe y de su 
				experiencia previa, toma de forma subconsciente decisiones, y 
				envía órdenes a los músculos, de una manera mucho más 
				hipotética y refinada de lo que nos imaginaríamos.   | 
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				 Para terminar 
				diremos que son los estímulos visuales los que aportan al 
				cerebro la mayor parte de la información exterior que 
				percibimos los seres humanos, contabilizando que el 38 % de todas las fibras que conducen los impulsos que 
				informan de las distintas sensaciones (se llaman fibras 
				aferentes) pertenecen al sistema visual. .   | 
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